La Sociedad Bolivariana del Municipio Carirubana en su interés por la divulgación de nuestra memoria histórica y como aporte a la formación de nuestros jóvenes paraguaneros; lleva a ustedes parte de la investigación que sobre el 19 de Abril de 1810 y sobre los hermanos Salias, publicó en 1891 Don Aristides Rojas, pionero de la investigación historiográfica venezolana.
LOS SALIAS
Arístides Rojas (1826-1894)
“Había salido el capitán general Emparan del Ayuntamiento, en la mañana del 19deabrilde 1810,y se encaminaba hacia la Metropolitana, cuando la juventud de Caracas, que aguardaba verlo preso, juzgó el lance perdido.
El gobernador había logrado evadir con astucia la lógica del Ayuntamiento, y libre de la intriga, tiempo tenía para reflexionar. Al pasar con su séquito frente al cuerpo de guardia de la esquina del Principal, nota que el oficial y soldados no le hacen los honores, lo que contestó el gobernador con una mirada de reproche. Este incidente motivó que la concurrencia que llenaba calles y plazas se apercibiese de algo desconocido, y era que el oficial, amenazado por su procedimiento y lleno de temores, después de haber obedecido la consigna de los revolucionarios: "Me han dejado solo pero sabré comprometer a todo el mundo. Conmigo serán juzgados cuantos me aseguraron que todo estaba listo".
Esto fue lo suficiente para que comenzaran los gritos de al cabildo, al cabildo, los cuales se repetían inconscientemente por todas partes. Eran los gritos lanzados por los Salías, Ribas, Montilla, Jugo y demás revolucionarios que, como espectadores, estaban apostados en diferentes sitios de la plaza real. En estos momentos Francisco Salías atraviesa la plaza con el objeto de alcanzar al gobernador, antes de que éste entrara a la Metropolitana. Comprendió el joven que si Emparan, ya apercibido, obraba con entereza, desde el templo, todo podía fracasar, y por esto quiso detenerlo. Ambos llegaron en el mismo instante a la puerta del templo. —Os llama el pueblo a cabildo -le dice Salías impidiéndole la entrada. — Será más tarde -contesta Emparan.
— Os llama el pueblo a cabildo, señor, y los momentos son muy apreciantes. Os llama el pueblo a cabildo -repite Salías, con ademán sereno.
Eran los momentos en que los gritos se redoblaban y llegaban a oídos de Emparan, ya preocupado.
—Al cabildo, señor -le repite Salías.
—Vamos, pues, al cabildo -contesta Emparan.
El gobernador había notado que al acercarse Salías, el cuerpo de guarda situado cerca de la puerta mayor del templo quiso hacer los honores al Primer Mandatario, y el oficial Ponte había ordenado lo contrario. Este incidente, que se repetía por segunda vez, y el ademán imponente de Salias le obligaron a retroceder.
De mil maneras ha sido repetido este incidente de Salías, causa i mediata de la vuelta del gobernador al cabildo. Cada historiador lo relata a su modo, lo que amerita estudiar el suceso a los ojos del criterio histórico y de la sana razón, y despojarlo así de toda exageración o calumnia con que hayan querido mancharlo los enemigos de la revolución hispano-americana.
"Al poner el Gobernador el pie en los umbrales del Templo -dice el historiador Díaz- lo alcanzó Francisco Salías, que había a carrera atravesado la plaza: le tomó por el brazo, le puso un puñal al pecho y le intimó a que volviese al ayuntamiento".
"Al poner el pie en los umbrales del templo le alcanza el desaforado Francisco Salías, le asesta un puñal al pecho y le intimida el regreso al ayuntamiento".
Esto escribe el historiador español Torrente:
"Salió para la Catedral con el cuerpo de cabildo; pero al llegar a la puerta de ésta, le agarró de un brazo un Salías, que acompañado del pueblo y con gritería, le obligaron a volver a la Sala Capitular". Así habla el oidor Martínez, en la narración que escribió desde Filadelfia, referente a los variados incidentes de la revolución del 19 de abril de 1810.
Ducoudray-Holstein, en su Historia de Bolívar, pone en boca de Salías dos discursos: uno al llegar el gobernador a la puerta del templo, y otro cuando torna al cabildo, en el cual pide aquel en términos insultantes, la deposición del intendente Anca, odiado de la población, y enseguida el arresto de la Audiencia Real, etc., etc.
El relato de Baralt y Díaz es muy lacónico. "En este instante varios grupos de conjurados reunidos en la plaza, cierran el paso a la comitiva de Emparan, y un hombre llamado Francisco Salías agarra a éste del brazo y grita que vuelva con el cabildo a la Sala Capitular".
Restrepo, el notable historiador de Colombia, dice: "Estaban ya a las puertas de la iglesia, cuando varios grupos cierran el paso, y avanzando atrevidamente un hombre llamado Francisco Salías, toma del brazo al Capitán general y le intima que vuelva con el Ayuntamiento a la Sala Otros escritores asientan que Salías despojó al gobernador deJ bastón que llevaba; es decir, dejó éste de figurar como primer mandatario, desde el momento en que entregaba a una facción la insignia de mando.
Así se ha ido comentando, desde el 19 de abril de 1810, un incidente que no tuvo nada de ruin, nada de faccioso y descompuesto, y sí mucho de respetuoso y de digno. Salías, ciudadano pacífico y de familia distinguida, no tuvo necesidad de amagar a nadie con puñal, pues las armas de que se valió fueron el respeto y la compostura. Ni Díaz, ni Torrente fueron testigos del suceso. Díaz en su narración no califica a Salías; pero Torrente, que copia a su mecenas, apostrofa a Salías con el dictado de desaforado. La narración del oidor Martínez es más exacta que las precedentes, pues se limita a referir el hecho, sin epítetos y sin puñales. La narración de Ducoudray es una confusión de incidentes. La discusión que tuvo horas más tarde el canónigo Cortés Madariaga con el gobernador, discusión que dio por resultado la caída de los principales empleados y de la Audiencia, la anticipa aquel historiador y la agrega al incidente de Salías. Confundió los informes que obtuviera.
El relato de Baralt y Díaz, que copia Restrepo, sólo tiene de censurable el que de un patricio tan conocido como era Francisco Salías, se dijera un hombre llamado Francisco Salías; lo que equivalía a decir, un desconocido. En este particular, el historiador Díaz es más justo, pues coloca a Francisco Salías al nivel de los demás conjurados, sin despojarlo de su carácter de revolucionario.
Salias no agarró por el brazo al gobernador, ni hubo necesidad de esto, ni de amagos. Salias se insinuó, manifestó el deseo general y triunfó, sin necesidad de amenazas ni tropelías. Tampoco le despojó del bastón de Mariscal, pues Emparan tornó con él al cabildo, con él pasó su detención de pocos días y con él se embarcó. Las frases arrancó el bastón, le despojó de la insignia de mando, son figuradas y sólo así deben admitirse.
Dos incidentes providenciales abren la revolución del 19 de abril de 1810: el incidente Salias y el incidente Cortés Madariaga; sin estos la revolución habría fracasado.”
Tomado del libro de su autoría "Orígenes Venezolanos” Fundación Biblioteca Ayacucho Caracas. 2008